Siete de la mañana, suena el despertador, café rápido de avituallamiento y espabile, abrimos la ventana para ver y sentir cuanto frío y humedad hay en el ambiente para así saber cuanto nos tenemos que abrigar y/o proteger, si llueve, mejor. Cuando eramos pequeños nuestro padre nos enseñó el truco de las bolsas de plástico para los pies en caso de que lloviera, era una forma bastante inteligente de impermeabilizar (y barata), aunque estéticamente era un poco ridículo la verdad.
Navaja y cesta en mano (nunca bolsa), es necesario ser el primero en llegar al rodal elegido, a veces incluso no había amanecido y no se veía el suelo todavía pero allí estábamos, enfundados y preparados, usando el coche como refugio y la radio de pasatiempo..
Primera pisada en terreno propicio, no sabes si es sugestión pero el aire huele a hongo, entre el grupo de "seteros" no es preciso organizarse mucho, cada uno sabe lo que tiene que hacer y a hacia donde dirigirse, la distancia es sagrada, nunca pisas donde el compañero, hay que abarcar terreno.
No existen voces, si acaso, tímidos silbidos (el mismo que usaba nuestro padre para despertarnos los fines de semana), de hecho, si te encontrabas un buen ejemplar o un rodal, no avisabas a nadie a no ser que estuviera bien cerca. Reina el silencio, es casi un ritual de meditación, puede que vayas pensando en otra cosa pero tus ojos están clavados en el suelo, pareces un sabueso lento y constante, al final, la vista esta entrenada y la conexión ojo-cerebro funciona con una rapidez pasmosa.
De repente, ahí delante la tienes, parece que te estaba esperando, no sabes si cogerla o bailar con ella (a veces hemos bailado alrededor y lo sabéis), como buen setero, intentas mantener la calma y disimular (aunque no haya nadie),sueltas la cesta en el mismo lugar donde has encontrado el ejemplar y buscas sus hermanas en un radio de unos 5 metros, luego vuelves y otra vez la miras como si la vieras por primera vez y ¡a la cesta!.
Avanza la mañana, te cruzas con un setero que no conoces y la pregunta es la de siempre "¿hay o no hay?" ó "¿se ven?", curiosamente la respuesta también es la de siempre, "ná, no ha llovío", es posible que lleve 5 ó 6 kg pero siempre contestará igual. Puede ser también que alguno de los dos se percate que el otro lleva más y así ni corto ni perezoso te diga "¿ande has cogio to eso?", la respuesta es fácil y concreta, a la vez que ambigua, "ahí en la vereda" (teniendo en cuenta que la vereda es una cañada real que atraviesa toda la Península), en fin, conversaciones de seteros.
A no ser que te estés inflando a coger " kilos y kilos", a la hora de la caña toca lo que toca, caña. Así que echas un vistazo a tu cesta y el pensamiento es instantáneo, casi te florece el paladar, "menudo aperitivo nos llevamos pa casa", toca arreglarlas, quitarles la tierra y le cortamos el tronco para ver si habitan inquilinos, pa ver si tiene "sapo".
Culinariamente son extraordinarias, sobre gustos los colores, los mas laureados chefs estrella Michelin las usan en sus platos de temporada, los libros dicen que es el Edulis el de más excelencia, otras guías ponen como "Reina" (de hecho asi la llaman) a la Amanita Cesárea, pero para nosotros siempre será la mejor, la nuestra, la del CARDO.
APURARI
Madre mia que tiempos aquellos... Y lo mejor Es que la tradicion no se pierde...
ResponderEliminarA ver Si llueve leche!!!!
Grande! También han sido cojonudos los días de volver con 4 o 5 setas y aun así juntarnos y compartirlas entre 8 o 10 personas
ResponderEliminarY las que nos quedan.....Gracias.
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