Como primera parada no queríamos asumir riesgos y hemos de confesar que fuimos a lo seguro. Decir que, el hecho de elegir un restaurante con estrella Michelín no implica que nuestras próximas visitas sean de esta índole, de hecho, estamos pensando en visitar un restaurante local en la próxima ocasión e ir intercalando.
Como estábamos relatando, el día no acompañaba en absoluto. Habíamos quedado con el chef a la una de la tarde. Los nervios nos recorría el pensamiento y los tres nos contagiamos enseguida de ese estado. Pronto nos vino a la mente aquellas mañanas del día de Reyes de nuestra infancia, eran las doce y media y ya estábamos allí y la verdad no anduvimos nada equivocados en este aspecto, lo que íbamos a vivir allí dentro durante más de cinco horas, era todo un regalo.
Con un nudo en la garganta permanecíamos sentados, quedaban tan solo unos "culines" de cerveza en las copas cuando apareció él. Se sentó tranquilamente y la conversación fluyó y fluyó. Como hermanos que somos y conociéndonos como nos conocemos, desde un primer momento dejamos a David como primer espada para realizar la entrevista. Casi no le hizo falta seguir el guión que tan minuciosamnete habíamos preparado la tarde anterior y entonces nos dimos cuenta del secreto. Un secreto a voces y es que Iván irradiaba una humildad y una pasión por la cocina que nos producía una mezcla al 50% de envidia y admiración. Fue como cuando te cuentan la vida de un futbolista que finalmente llega a ser una estrella. Acabamos anodadados.
Tras media hora de un ir y venir de preguntas y respuestas no contábamos con el postre que nos tenía preparado el chef para finalizar la entrevista y es que de un modo totalmente altruista y sosegado se levantó y nos pidió que le acompañaramos a conocer su cocina, entonces no dábamos crédito, eso fue como cuando salen los elfos en las pelis de Navidad preparando los regalos, pues igual. Un ejército de gente trabajando en su más amplio sentido de la palabra. Cada uno a lo suyo, organización plena, maquinaria de reloj y una limpieza que se podrían mojar sopas en aquella enorme fábrica de sueños revestida de acero inoxidable.
Desde este post queremos mandar un "gracias" enorme a Jaime A.
Ballestero, compañero y amigo que, de un modo totalmente desinteresado
acudió al lugar para hacer las estupendas fotografias que han visto. De ahora en adelante y por haberlo hecho tan bien se ha convertido en
nuestro fotógrafo particular y en un Gastroquixote más.
Muchas Gracias.
APURARI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario